Santiago cae herido cuando trata de evitar que se lleven a Camila, y ella acepta ir con ellos para que
no lo maten. En la habitación de Don Jorge, Camila se da cuenta de que el hombre está tan borracho que se ha quedado dormido
sin haberla tocado, y se las ingenia para escapar; al llegar al pueblo se entera de que Santiago está muy grave y, además,
se ve obligada a mantener la farsa que Don Jorge si la poseyó por amenazas de éste.
Unos días después, es raptada por unos filibusteros. El capitán del barco pirata, un hombre conocido como
“El Antillano”, se siente atraído por ella y por un momento tiene el impulso de protegerla y salvarla de su cruel
destino, pero desecha la idea y la joven es comprada en la isla de La Mariana por don Timoteo de Salamanca y Almonte, un viejo
amargado que desprecia a su familia y tiene un plan maquiavélico para dejarlos en la ruina: casarse con su esclava y heredarle
todo su dinero.
Tiempo después, Camila queda viuda y se ve de pronto dueña de una gran fortuna. Decide regresar a San
Fernando y al llegar se entera de que todos la creían muerta y su hermana Rita se casó con Santiago. Poco después recibe la
visita de Ricardo, el sobrino de Timoteo, a quien reconoce de inmediato como “El Antillano”. Ricardo también reconoce
a Camila y nuevamente siente ese inexplicable deseo de protegerla. Aunque Camila sabe que lo que Ricardo busca es recuperar
la fortuna de su familia, también siente una innegable atracción y poco tiempo después ambos deben aceptar que se han enamorado;
por su parte, Santiago le confiesa que aún la ama, y a partir de entonces surge entre él y Ricardo una furiosa rivalidad.
Camila se siente confundida por ese primer cariño que aún late en su corazón, pero que ahora le está prohibido.
Al mismo tiempo, Ricardo, un hombre buscado por la justicia, recio e indomable, ha despertado en su alma un amor que crece
cada día, y su cuerpo arde por primera vez con el fuego irresistible de la pasión.